Teresa |
Ella me mira mostrándome los nudillos morados y me dice: “ya no creo en nada de vos” y entra al auto como piña. Pego la mirada al vidrio avergonzado y ella arranca la camioneta. Avanza unos metros y tira la marcha atrás levantándome como sorete en pala. Mi cuerpo se eleva al punto máximo de la física y desciende nocaut como si hubiera recibido un cross a la mandíbula.
Hago contacto con el asfalto y escucho que Teresa con la ventanilla baja me dice: “yo también te he dado todo, mi corazón y mis puños” y siento el chirrido de las cubiertas Michelini (225/75/16) que atraviesa mi pecho dejándome una huella rodado 16.
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